domingo, 29 de enero de 2017

LOS DIEZ MANDAMIENTOS DE MI COLEGIO C.H.F

En este día del mes, 29/01/17 y como cada año, desde hace ya muchos, esta fecha se ha quedado marcada en mi mente para siempre. Hoy, mientras el sol camina en el cénit del cielo, se cumplen cincuenta y nueve años que yo, al salir de la escuela, a las doce del día, oía el plañir de las campanas e ignorante me preguntaba ¿por quién doblan las campanas, que suenan tan doloridas?. Aquel miércoles lluvioso, las campanas del pueblo, tañían por la expiración de mi padre, aquel a quien poco antes de las nueve de la mañana, y al irme al colegio, le daba, sin saberlo, el último beso en vida.
Un día de triste, lluvioso y frío invierno anunció la campana su muerte, y fui huérfano triste de la vida solitario a la vera del camino esperando entre lágrimas amargas una mano que guiase mi destino. Esa mano, junto con la de mi madre, la hallé al ingresar el 13 de enero de 1960 en el Colegio de Huérfanos de Ferroviarios de León. Allí había establecidos diez mandamientos que decían así:
  1. Amaré mi Colegio, sus personas y cosas.
  2. No ofenderé a Dios ni a mis compañeros.
  3. Cumpliré siempre mis deberes religiosos con gozo y amor.
  4. Mostraré respeto y gratitud a cuantos se ocupan de mi mejor formación científica y moral, obedeciéndoles siempre con prontitud.
  5. Prestaré con agrado ayuda a mis hermanos; no les molestaré con obras ni palabras, para que todos gocemos de felicidad en esta gran familia colegial.
  6. Guardaré la mayor decencia y honestidad en todos mis actos, contribuyendo siempre a que el ambiente del Colegio sea alegre, sano y moral.
  7. Aumentaré, con mi conducta y estudio, el prestigio del Colegio.
  8. Tendré, como la cosa más baja, la mentira, la murmuración y la hipocresía.
  9. Guardaré cuidadosamente mi lim¬pieza interior con el mejor orden, corrección, disciplina y porte exterior.
  10. Procuraré llegar por mis propios méritos a los puestos en que destacan hoy aquéllos antiguos alumnos, que son honra de mi Colegio y de la gran familia ferroviaria.
Diez principios morales que sirven como base en cualquier convivencia o religión, cambiando simplemente la palabra Colegio por Familia, y antiguos alumnos por familiares. Diez máximas que, para mí, son una muy buena base moral y educativa.
Diez preceptos que me permiten constatar y afirmar que mi padre  ha sido, a pesar de los pocos años de vida que conviví con él, mi maestro, mi guía, mi auxilio, mi referencia, mi sonrisa, mi alegría. Él que me enseñó a no obviar el propósito de seguir intentando cada día, ser inasequible al desaliento y siempre dispuesto a acometer nuevos desafíos, esos que la vida pone en mi camino y cargado de esperanza sigo viviendo, pensando, deseando, anhelando mientras vivo con incapacidad el poder paliar, auxiliar, aliviar a mi esposa las secuelas, que aún hoy perduran, a causa del carcinoma que ya hace más de un año que le diagnosticaron, a la vez que barrunto que pronto todo será pasado y mi esperanza estimulada.

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